21 de diciembre de 2009

Pedí hombres y Dios me trajo amigas


- Seguro, ahí conozco un chico

Ese fue siempre mi mantra antes de empezar una nueva etapa, antes de ingresar a un nuevo círculo. Nunca funcionó.

Lo dije antes de cambiarme del colegio de monjas a la escuela municipal donde iba a estudiar arte, esperanzada con encontrarme con hordas de chicos de morral y moral hippie.

Lo dije antes de empezar la facultad, metiéndome en una carrera porcentualmente masculina, fantaseando con un joven idealista que hubiera leído a Sartre y reencarnara ideales populistas.

Lo dije antes de salir con amigos de amigas, esperando compartir una cerveza con un muchacho divertido, de respuestas rápidas con quien contara con la complicidad de tener un punto de contacto en común.

Lo dije antes de ir a un encuentro Blogger, desoyendo el propio prejuicio y repitiéndome que si yo estaba ahí, entonces un chico también prefectamente normal iba a estar e iba a ser cierto que el blog es un arma de levante.

Lo dije antes de empezar a trabajar en un lugar nuevo, convenciendome de que la cotideaneidad y el compartir todos los días me harían conocer a un (por qué no) abogado o contador encantador a quien yo deslumbraría con mi capacidad profesional y buen humor aún a las 10 de la mañana.

Pero mientras yo pedí hombres, la providencia me trajo amigas.

Mientras me distraje buscando morrales, anteojos de marco grueso, cortes de pelo modernos, guiños seductores, comentarios mordaces, miradas furtivas, sonrisas de lado, eventos, citas y novios, bajé la guardia y me llegaron amigas.

Apareció Carito en el banco del colegio a la cual ya no le puedo encontrar virtudes porque simplemente es mi hermana y así de mucho la quiero.

Apareció Sofi en un teórico, joven e idealista, pero sobre todo compañera y piquetera de mi causa.

Apareció Cos con quien tantas cervezas y puntos en común no sólo construyeron una complicidad sino un sentirse en casa eterno.

Apareció Pau tan perfectamente normal y por encima, tan perfectamente sana que renovó mi esperanza en las mujeres y en confiar y dejarse ayudar.

Apareció Catalina que me demuestra que se puede ser divertida, espontánea, compañera y optimista sin caer en el cliché.

Apareció Carla corrida solo un día de mi vida, que se emociona con lo que me pasa y se pone feliz con mi felicidad y se anima a decirme amiga aunque el jefe no lo pida.

Y yo, de a ratos sigo buscando tipos pero vivo tranquila porque tengo muchas y de las mejores minas.