27 de febrero de 2008

Magia (lo que restó)

Con Sanchez nos vimos por última vez el 13 de Enero del 2007. Esa es la fecha que indica mi pasaje de ida a Florianópolis.

A los pocos días tenía en mi casilla un mail de su parte. Que había llegado bien, que en Madrid hacía frío, que esperaba que en mis vacaciones la pase bien, etc.

El 24 de febrero a las 15.12 hs, un taxi tocó bocina en mi casa. Cuando una vive en el Conurbano, este hecho es inédito. Era el día de mi cumpleaños y de adentro del auto salió un taxista con un ramo gigante de flores con un sobre celeste.
Como para romperme el corazón y con esa lógica pragmática de ciertas personas, me dijo:

-Debe estar muy enamorado, porque nada más traerlas hasta acá salió un huevo y medio.

Lovely.

Ya dentro de mi casa, abrí el sobre que decía:

"Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, así hago renacer cada vez la boca que deseo.
(Supongo que don Julio me perdonará las libertades que me he tomado)
Feliz Cumpleaños
Sanchez
Madrid, 24/02/07"

Fue la primera vez que un hombre me regaló flores.

Hasta hace unos días seguimos en contacto. Mails, msn, algún que otro llamado.

Hace 2 semanas, me llegó un (por el momento) último mail.
Decía que este año había sido muy largo para él, que habían sucedido muchas cosas, muchos cambios. Que finalmente había decidido no venir a Buenos Aires, ni para las vacaciones ni para ninguna otra fecha. Que nuestro enamoramiento lo había alentado a buscar alguna opción que se diera del Atlántico para acá, pero que hoy veía que su lugar por ahora estaba allá. Que se había enterado que yo me había enamorado de alguien. Que al principio se había enojado, que había pensado que había proyectado un monton de cosas con alguien que ya estaba llorando por otro, pero que despues de un tiempo se dio cuenta que quizás yo tenía razón y nosotros éramos naipes, cartas en el medio de la calle, diciéndole al otro, que cosas tan maravillosas, andan por la vida, esperando que las encontremos. Que me abrazaba desde lejos, que me deseaba lo mejor, que sigamos buscando, que seguro encontramos magia. Que capaz, en un tiempo nuestro lugar ya no sea el que es y ahi si, resulte que seamos nosotros dos.
Cerré el mail sin responderlo, me serví un vaso de gaseosa y me puse a escribir toda mi historia con las cartas.
Ahora me dispongo a seguir encontrándolas.

21 de febrero de 2008

Magia (tercera parte)

(Esta última parte es larga y cursi, considérese usted advertido)

Diciembre de 2006. Mucha agua bajo el puente, muchos días, muchos meses desde la Cream, desde García, desde Berger.

Un fin de semana de esos, mi amiga L., pide encarecidamente que no hagamos planes, que viene el primo de España de N., su novio, que va a estar solo ese fin de semana, en Capital, que quiere conocer algunos lugares y que el novio de ella quiere que participe, porque quizás es la única oportunidad de presentárselo, que andá a saber cuando vuelve, que aparte cuantos más salgamos mejor.

C., mi otra amiga dice que imposible. Yo, temiendo quedar pintada al óleo, y sabiendo que podía comerme un embole histórico, dada la tendencia de mi amiga de “desaparecer” con el novio y la poca onda de los amigos del chico digo que entonces, tampoco voy. Bajo promesa de L. de no dejarme sola bajo ninguna circunstancia y pena de pagar toda la caipirinha que pueda tomar en Brasil en nuestras próximas vacaciones, si rompiera el juramente, accedo a ir.

El plan era “previa” en un bar en Caballito y boliche en Olivos. A Caballito partimos.
Ya en el bar divisamos su mesa y eran fácil 20 flacos y ninguna chica. En un paneo general, de los 20, no me gustaba ninguno. A medida que nos acercamos a donde estaba sentado N., hay uno. Hay un morocho increíble, bronceado, con una sonrisa espectacular.

Me digo: Que no sea el gallego, que por favor ESE no sea el gallego, que por la gracia del señor y la virgen morena ESE no sea Sanchez, el extranjero que solo va a estar 3 días en Capital y no hay chance alguna de que me lo pueda volver cruzar caminando por Av. Santa Fe en los próximos 10 años.

Efectivamente era el gallego y la estrella de la fiesta. Pude enterarme que Sanchez estaba por recibirse de profesor de música, que trabajaba con chicos, que venía de pasear por otros países y que se iba a pasar las fiestas con su familia en Córdoba.

La previa ya se había extendido suficiente y nos fuimos para Olivos. La repartija entre los autos me mandó a un asiento trasero con él.

Por primera vez en la noche me dirigió la palabra. Le conté de qué trabajaba, qué estudiaba, le iba contando sobre los lugares por donde íbamos pasando, cómo era que conocía a su primo y a qué debía atenerse cuando fuéramos al boliche. Me pidió que cuando en el boliche pasaran cumbia, le avisara, que quería saber qué era.

A la hora de soportar punchi-punchi en una de las pistas del “local bailable” escucho a lo lejos, Tonta de Comanche. Le digo Sánchez, con quien no había vuelto a hablar desde el auto:
-¿Vos querías cumbia?
Lo agarré de la mano y lo llevé a la otra pista. Volvimos a las 4 horas.

Al otro día me llamó para invitarme al cine. Fuimos con mi amiga y el novio a ver The Prestige. Yo había dormido 3 horas y la película me aburrió terriblemente. Me quedé dormida. Me apoyó sobre su hombro y me hizo mimos todo el tiempo. Si por casualidad me despertaba ahí estaba él, acariciándome la mano, dándome un beso en la frente, diciéndome: Descansa, niña.
En cualquier otra situación me hubiese querido matar, pero con él, estaba bien.
Terminó la película y todo giró alrededor de mi siesta.
No tuve mejor idea que decir: Es que era de magos, y a mí la magia me aburre.

En sólo 6 horas él se había ido a Córdoba.
Pasaron 15 días y yo estaba a punto de irme a de vacaciones. Partía un sábado a la madrugada. El jueves a la noche recibo un llamado. Era Sanchez que había vuelto antes de Córdoba.

-He cambiado el itinerario para pasar dos días en Capital, no puedo marcharme a Madrid sin volver a verte.

Ese viernes nos encontramos en San Telmo. Después del trabajo me fui a la casa de mi amiga, S., que me hizo el aguante. Durante las dos horas que me separaban del encuentro con él, le conté la historia una y otra vez. Ella, divertida me recomendaba hoteles alojamiento por la zona.
Cuando nos encontramos el mundo se detuvo.
Hablamos horas, coincidíamos en todo, nos emocionaban las mismas cosas, y yo podría haberlo escuchado hablar hasta el fin de mis días con esa tonada que tenía.
Cuando en Plaza Dorrego no quedaba nadie, aceptamos una de las recomendaciones de mi amiga.

Debería hablar de su dulzura, de sus modos, de sus palabras al oído, de su cuerpo (definitivamente debería hablar de su cuerpo), del mío. De las caricias, de sus dedos siguiendo el curso de mis cicatrices, de mis lágrimas mientras le contaba cómo me las había hecho, de sus besos para sanarlas. Pero sólo voy a decir que por primera vez en mi vida fui sincera. Con cada beso, con cada risa, con cada movimiento, con cada palabra, fui sincera.

Me preguntó si había pensado cuando lo vi por primera vez que íbamos a terminar así, le conté de mi ruego por que él no fuera el extranjero.
Me contó que cuando nos vio entrar al bar el también pidió: Que no sea la morena la novia de mi primo.

Fuimos a desayunar. En medio de un beso, abro los ojos mientras nos separamos, pienso en el beso más perfecto, en el capítulo 7 de Rayuela y digo:

-Cíclope.

Su respuesta me descolocó.

-De cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope… Realmente podría enamorarme de ti, Botona.

Nos vamos. Camino a la casa de mi amiga pasamos por un Farmacity, entro a comprar un bronceador. En 14 horas tengo que irme a Brasil y no tengo las valijas hechas, ni siquiera compré el bronceador. No me importa.

Llegamos al depto de S., nos despedimos, nos despedimos mil veces. Me dice que “esto tiene sabor a inicio, no a despedida, sin embargo, para mañana a la mañana ambos estaremos en otro país”. Me besa, me abraza, me acaricia el pelo. Nos volvemos a despedir y me frena.

-¿Puedo hacerte una última pregunta?
-Si…
-He notado, cuando pagaste el bronceador que llevas un naipe en tu cartera, ¿Tiene algún significado?


En resumidas cuentas le cuento la historia de las cartas. Espero que me diga que estoy loca, que se ría, pero no.

-Verás, como has dicho que te aburre terriblemente la magia, no me he animado a contarte, pero uno de mis hobbies, es la magia: soy mago. El naipe que traes ahí, ese 9 de picas, no es un naipe común, es un naipe para hacer magia, no has notado que es más grande que los demás?

Me lo pide, lo hace desaparecer entre sus manos, me lo devuelve.
Saca su billetera.

-Hace un par de meses, en medio de Madrid, encontré también un naipe, y como era de mago no pude tirarlo, decidí guardarlo en mi cartera, por maltrecho que estuviera. Jamás pensé que me iba a suceder esto.

Abre la billetera y ahí estaba, un 10 de picas, medio ajado, sin una punta. Me lo da, lo doy vuelta y es de la misma marca que el mío, solo que en vez de fondo rojo, tiene fondo azul.

-Ahora sé porque debí cogerlo. Así sabía que eras tú.

19 de febrero de 2008

Magia (segunda parte)

Pasaron dos años, entré a la carrera, lo conocí a García, nos hicimos amigos, me enamoré perdidamente. Seguí aprobando exámenes, subiendo a 60s, juntando naipes.

Después de más de 20 meses de la primera, podía ostentar una gran colección de cartas juntadas de la calle. De poker, españolas, de Barney, de Frutillitas. Las juntaba rotas, mojadas, dobladas, sin pedazos, de cualquier forma.

García me dejó. Me rompió el corazón en mil partes, me lo dejó roto, mojado, doblado, sin pedazos, de cualquier forma.

Mi rutina se paró: había perdido a mi mejor amigo y la única oportunidad de enamorarme que había tenido, todo en uno. Dejé de dar exámenes, de ir a la facultad, básicamente dejé de hacer mi vida. Me la pasé durante dos meses llorando en la cama, mirando las temporadas de Sex and the City.

Un sábado, B. me convenció de que fuera con él a Creamfields. Ese sábado de Noviembre hizo mucho frío y llovió bastante. En medio del tumulto no se notaba, pero era así. En medio del tumulto también me robaron. De adentro de la mochila se llevaron la campera, la billetera y las llaves de la casa de mi amigo.

Volvíamos caminando por Puerto Madero, mi musculosa de morley y calzas no le hacían justicia a la temperatura, mi amigo pasado de alcohol desvariaba y yo lo único que pensaba es que había perdido mi billetera con mis documentos, mi plata y mis cartas.

Descreída como estaba de mi fortuna dejé de juntar naipes. Las veía en la calle y no las agarraba, me decía que era una pavada, casi que las odiaba por mi mala suerte.

A esta altura HBO pasaba la quinta temporada de Sex and the city. En 'Plus One is the Loneliest Number' Carrie conoce a Berger. Berger colecciona cartas que encuentra tiradas en la calle. Cuando se lo cuenta, se da el siguiente diálogo:

Berger: I collect found playing cards. They're all over the city.
Carrie: Really? I never noticed.
Berger: Well, You will now, that's how it works

(algo así como:
-Colecciono naipes que encuentro, están por toda la ciudad
-En serio? Nunca me di cuenta
-Bueno, ahora las vas a notar, así es como funciona)

Resulta que Berger es maravilloso pero tiene novia. Es todo lo que Carrie nunca había buscado. Un hombre maravilloso, perfecto para ella, descreída del amor, un hombre que la hace sacar chispas, dando vueltas por la ciudad solo que ella no lo había notado porque no lo estaba esperando.

Al final del capítulo ella encuentra una carta en el piso y se da cuenta que hay cosas que están dando vueltas por ahí pero hasta que uno no las nota por primera vez, simplemente parece que no existen, que no suceden.

A los pocos días encontré un 9 de picas en la calle. Era más grande de lo normal, de las que usan los magos. La guardé en mi nueva billetera y volví a juntar cartas

17 de febrero de 2008

Magia (primera parte)

El trayecto en el 60 fue el más largo de mi vida. Acababa de dar el último parcial del CBC, si lo aprobaba, entraba a la carrera.
No había estudiado. Me había confiado y me había dejado estar. Había confiado más en la energía, en el destino y en la buena suerte que en estudiar y llevar leídos todos los textos.
Por primera y última vez me había presentado a un exámen sin saber. Me había presentado sin saber al exámen que más debía preocuparme en todo ese año.

En las 20 cuadras que separan la sede del CBC hasta mi casa me odié, me di bronca, me di verguenza por lo que había hecho. En el último parcial del CBC, por primera y última vez, me había copiado de un compañero y de eso dependía mi verano.
Recé, como todas esas veces en que siento que nada me puede ayudar, recé. Le prometí a Dios que si me ayudaba, nunca más lo iba a hacer, le pedí que me sacara la incertidumbre, y le pedí que me diera una señal.

Me bajé del colectivo y dada vuelta, boca abajo, había una carta, un naipe. Lo miré y me dije:
-Esta es la señal. Doy vuelta la carta: el número que salga, es lo que me saqué.
Era un 8 de bastos.
Guardé la carta en mi billetera, y me dispuse a esperar.

A la semana siguiente fui a buscar la nota. Lucas se acercó a la cartelera y con una sonrisa me dijo:
-Nos sacamos un 8.

No le conté a nadie de la carta, pero yo sabía que era magia y a partir de ahí empecé a coleccionar cartas.

13 de febrero de 2008

Mercedes, o sea: meme

Resulta que Pachu, me pasó como un jueguito, o cadena o lo que sea menos meme, porque la única Meme que conozco es la hija de mi primo. Yo nunca respeto las reglas de los juegos, así que esta es mi versión adaptada de las 8 cosas que quiero hacer antes de morirme.

1-Enamorarme. Verdadera, profunda y descabelladamente. Tener un amor zarpado y correspondido que se diferencia de la versión adolescente y unilateral que conozco de las relaciones.

2-Ver a mi hermana haciendo lo que quiere. En realidad me alcanza con que realmente sepa lo que quiere. Que no la convenzan, ni la apuren, ni la induzcan, ni la provoquen. Que de todas las cosas del mundo, sepa con certeza cuáles son las que quiere y si puede no las tenga que dejar nunca.

Y ya está. No hay nada más. Aunque suene poco pretensioso podría morir sin hacer todas las otras cosas. Hace un año la lista hubiese tenido un ítem más, pero el 2007 lo hice y lo taché de mi lista.

(De todos modos dinero, fama, viajes, lujos y excesos carnales no se rechazan antes de que la parca se me acerque)

5 de febrero de 2008

Vecino

Nuestro queridísimo Perez, (bah, es MI queridísimo Perez, pero está aquí por un largo rato así que aprendan a quererlo) vuelve tras meses de auto-llamado al silencio para contarme que se mudó a 4 cuadras de mi lugar de trabajo.
El mismo Perez que vivía a 12 (si, 12) localidades de mi casa cuando salíamos, me cuenta que ahora vive a 4 cuadras de mi trabajo.

Amablemente me ofrecí a darle como regalo de bienvenida al barrio una coleccion de folletos de delivery que fui armando despues de 2 años de almorzar por la zona y unas entradas al nuevo show del Baby Etchecopar que se presenta este verano en nuestra hermosa capital.
No aceptó los obsequios pero advirtió que a cualquier otra obra de teatro está "mas que dispuesto" a acompañarme.

Es genial como piensa que esto está en sus manos.
Es triste como realmente esto está en sus manos.