31 de mayo de 2010

Mañana

Hoy necesito ser optimista y un poquito estúpida y desmemoriada.

Hoy necesito creer que las oportunidades que tardan son las que, cuando llegan, te cambian la vida.

Hoy necesito tener la certeza de que un cambio de escenario cambia la escena y al final, la que termina cambiando es la película.

Hoy necesito saber que, sin importar lo que haya pasado, voy a mantener conmigo la espontaneidad necesaria para ilusionarme de nuevo. Y voy a trabajar con el entusiasmo del primer día, me voy a enamorar perdidamente y voy a amar lo mío con idealismo.

Hoy necesito no dudar de que existe un trabajo que pueda considerar significativo, placentero, desafiante, que me haga crecer y sobre todo, tan propio como se puede.

Hoy necesito fe ciega en que va a haber un otro que me conmueva mirándome, al cual creerle amor, halagos y promesas, que sea feliz conmigo y no me deje, del cual enamorarme como si nunca hubiese dolido.

Hoy necesito creer en el Tarot, en el horóscopo, en lo justo, en el destino, en el karma, en Dios, en el psicoanálisis, en el cambio, en mí. En cualquier cosa que me tranquilice antes de empezar otro mañana.

Hoy estoy muerta de miedo.

19 de mayo de 2010

Él se lo pierde

Me cambio de trabajo.

Me ofrecieron un puesto mejor, de más responsabilidad, con proyección y mejor remunerado. Lo que estuve esperando.

Voy y se lo comento a mi jefe, le cuento que de otra parte me quieren, que piensan que tengo potencial, que me quieren dar otras cosas. Se lo cuento y le pregunto qué opinión le merece, le hablo de la relación que tenemos, del tiempo pasado juntos, de mí, del futuro. Y lo miro, a ver qué me dice.

Y me dice que tengo razón, que me merezco más, que él no puede ofrecerme lo mismo, que es una pena, que es lo mejor para mí, que le duele pero no puede hacer nada al respecto. Me recomienda sin embargo dudar de la otra oferta, exigir más plata, mejores condiciones, asegurarme que valga la pena, pero de nuevo, él no me ofrece nada.

Acepto entonces el nuevo trabajo y se lo cuento. Y lo miro a los ojos a ver si esta vez me dice algo más. A ver si de golpe los ojos me dicen que realmente le da pena perderme, que realmente valí algo en mi puesto, a ver si en un rapto último me pide que me quede, pero obviamente eso no sucede.

Y me da tristeza igual. Porque esta vez sé que tengo razón e hice todo bien. Porque en este caso no dudo de mis ventajas y capacidades. Porque sé que tiene más que ver con sus posibilidades, con sus ganas, con sus taras, con sus expectativas, con sus defectos, con sus capacidades y con lo que él tiene para ofrecerme que a la inversa, pero me da tristeza.

Porque soy de las que, no importa la circunstancia, no saben pensar: "Él se lo pierde".

4 de mayo de 2010

Autorretrato

Me cuesta horrores ser femenina.

Mi mente no reconoce a mi cuerpo como al de una mujer por lo que cualquier tarea de embellecimiento es un esfuerzo mental.

Si no estoy sumamente atenta puedo despertar un día con las cejas como nubes, el pelo con las puntas partidas en veinte o las uñas con restos lejanos del esmalte de hace dos semanas. Si me apuran salgo sin maquillaje, sin perfume o si me apuran mucho hasta puedo olvidar el desodorante.

Y lo vivo con culpa. Cuando me descubro en uno de estos deslices, me lleno de culpa, me digo que soy la mujer más desatendida del planeta y le sumo a esto el eterno "Soy fea".

Entonces hay días enteros que ando pensando que soy un horror de fémina, bajo la mirada ante cualquiera que pasa, sufro las reuniones, me ato el pelo desprolijamente y pido que lleguen rápido las 7 así estoy en casa y nadie tiene que verme. Pienso que todos están notando mis cejas sin depilar, mis poros sin maquillaje, mis uñas agrietadas y sólo me sale enfrentar el suelo.

Y llegan las 7 y estoy en casa. Pelo para atrás, pinza en mano, luz de frente, encaro al espejo y me miro. Me miro y me veo objetivamente. Y si, tengo mis defectos pero no son tantos. Me miro y me veo bien, desprolija tal vez, sin terminaciones lujosas, perfectible, obviamente, pero bien.

Y me pregunto cuántas miradas esquivé ese día, cuántos almuerzos con gente divertida me perdí en la semana, cuantas reuniones laborales evité, cuántas oportunidades ni miré, cuánto, por no saber mirarme, evadí de mi misma.

(ojalá sólamente tuviera una percepción errada mía en lo que a estética se refiere)