27 de febrero de 2010

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Luego de inmolarse emocionalmente con un mail provocador, divertido y juguetón, no contestó y la respuesta es simple:

-Se le rompió la pc.
-No tiene internet.
-No revisó los mails.
-No le llegó.
-No tuvo tiempo de contestar.
-Está esperando a que se le pase la gripe porque se siente mal como para escribir.
-Está esperando a ver si va a la noche, para contestar con las últimas novedades.
-Está pensando la respuesta para estar a la altura de tan genial mail.
-Está esperando a contestar el lunes desde el trabajo que está más tranquilo.
-Va a contestar en persona.
-Contestó pero no llegó su respuesta.
-Contestó pero puso sólo Responder y no Responder a todos, por lo que sólo recibió su respuesta tu otro cómplice copiado en el mail.
-No le interesa la propuesta y sólo te está ignorando.

(igual tiene razón Elen, inmolarse sería escribirle DE NUEVO)

19 de febrero de 2010

Roja (de la verguenza)

Una vez llegados al punto en que me pregunta cuando vamos a salir a tomar una cerveza con los demás, una vez que me dice que estoy linda, una vez que dice que sólo sube un piso cada día para saludarme y volver a su oficina, es obvio que algo tiene que pasar.

Y yo, precavida, me ocupé de pensar en positivo para no atraer cosas feas. Lo imaginé conmigo, lo imaginé sonriendo ante mis chistes, lo imaginé incluso, acurrucándome contra una pared del baño. Y me imaginé ocurrente, espléndida, linda, bronceada.

Y lo logré en gran medida.

Tras un fin de semana en Rosario, volví roja como un tomate, con el paso de los días me volví bordeaux y ahora me estoy pelando.

Entonces ando haciéndome la espléndida aunque luzco como un mapamundi viviente, untándome aloe vera a toda hora, acurrucándome contra la pared del baño para que no me vea, porque por más que cuando me ve me dice que igual me queda lindo y se queda conmigo, se sonrie progresivamente y sé que cuando termina con la carcajada no lo hace porque soy ocurrente.

(Dale, seguí con El Secreto y en atraer lo que uno piensa)

10 de febrero de 2010

Adolesce que no es poco

Mi adolescencia fue tortuosa.

A los 14 nadie quiere tener las caderas más grandes del curso, ni una nariz gigante, ni siquiera un pelo voluminoso. A los 14 todas las lindas son flacas, tienen cara de muñeca y el pelo lacio como tabla. Así lo consideran las chicas y así lo consideran los chicos. Ese atroz prejuicio significó para mí la mayor de las desdichas.

Cada enamoramiento fugaz, cada metejón caprichoso y todas y cada una de las mariposas en la panza eran básicamente un problema, un estorbo, un futuro e indefectible final infeliz.

Por más simpática, inteligente, divertida y canchera que fuera, el depositario de mi amor siempre se iba a ir tras otra más linda, con mejor ropa o en su defecto, que jugara al hockey. Y así aprendí que a mí no me pasaban esas cosas.

Diez años después, alguien me hace sonreir de solo mirarme, me pone colorada y me hace tartamudear hasta el punto de haber tardado 20 días en concentrarme teniendolo enfrente y ver de qué color son sus ojos. Hoy por hoy espero cualquier momento para cruzarlo en una escalera y escuchar un chiste, me visto todos los dias pensando que voy a verlo y repito en mi mente cada piropo o guiño que me dedica. Hoy, a mis 25 años llego a mi casa y lloro, lloro como una nena de 14.

Lloro por adelantado y velo las mariposas que indefectiblemente van a morir cuando él pase de largo e invite a salir a la linda, coquetee con la flaca, o se enamore de la que juega al hockey, porque esta nena de 14 que soy, aprendió que a ella todavía no le pasan esas cosas.