31 de agosto de 2010

Libre deuda

Básicamente, endeudarse significa que uno (que no tiene), le pide a otro (que sí tiene) lo que necesita y promete que lo va a devolver, la mayor de las veces, pagando onerosos intereses.
El tema es que el que no tiene, por algo no tiene. Nadie se endeuda su pudiera solventarse solito. Entonces para devolver, se pasa mucho tiempo pagando de a poquito, desde el sacrificio, infinitas veces lo que se pidió.

Hace un poco más de un año, yo estaba en la ruina. El corte con Pérez, mi despido, mi situación familiar, el vacío de mis amigos, mi cuerpo incluso, me dejaron en déficit.
De a poquito y para esta altura del año, no sin mucho esfuerzo, tenía nuevamente trabajo, algo parecido al amor, estabilidad familiar y un nuevo núcleo de amistades; pero casi todo era prestado. Estaba en deuda con todos.
El trabajo fue casi un favor que le hicieron a una amiga, mi mamá se me acercó a fuerza de mantenerme económica y emocionalmente y cierto muchacho en cuestión me quería tan bien que accedía a jugarme a la pareja para que yo no me desmoronara hecha una sola lágrima.

De todo este proceso, salí con varios miles de pesos abajo; obligada a hacer cualquier cosa en el trabajo porque había que agradecer que tenía uno; cediéndole espacios muy míos a mi mamá, porque cómo negarle con lo que me había dado; haciendo salidas que no me divertían, escuchando palabras que me dolían y entrando en dinámicas que no me interesaban, porque esos eran mis amigos, los que me habían bancado; sin otra opción que querer porque me habían querido, querer incluso de más, perdiéndome en el camino, porque a cada uno que se había tomado la molestia de mirarme, no le debía menos que un cacho de corazón en bandeja, novela rosa y drama incluidos.

Un año y dos meses tardé en saldar mis deudas. Catorce meses que dejé medio sueldo en cuentas ajenas, que trabajé en disconformidad y sintiéndome menos, que a fuerza de discusiones y reconciliaciones tardé en encontrarme de nuevo con mi mamá. Cuatrocientos veintiséis días en que cumplí con amigas por gratitud obligada, que conocí ellos que me borraron la voluntad, que me encontraron entregándoles más de lo que merecían por el simple hecho de haberme dicho que era adorable, querible o por haber querido acostarse conmigo.

Todos esos días transcurrieron hasta este Agosto en que pagué mi última cuota de Monotributo atrasada, mi último resumen de la tarjeta, mis últimos besos, te quieros y lágrimas con intereses y no me siento más endeudada.