Sentir te que late todo adentro, que de a poco te van arrancando algo que te pertenece, pero duele tanto que lo querés sacar.
Transpirar en frío, empezar a ver nublado, sentir la cabeza llena de aire, que el mundo se derrita.
Despertarse de rodillas, ahora con todo el cuerpo dolorido, tirarse a llorar en un piso frio hasta que pase.
Saber que va a pasar, que ya sucedió otras veces, que en unos días se olvida, pero que va a volver el dolor. Lamentablemente, la mayor parte de las veces, por suerte.
Eso, mis amigos, es indisponerse en mi cuerpo.
Ahora si, mis amigas, a escribir con rouge: Me gusta ser mujer.
28 de agosto de 2008
Mujer I
Publicado por Botona a las 22:24
Etiquetas: Educando a Garcia
22 de agosto de 2008
Girl, you'll be a woman soon
Ayer, como un golpe seco, me llegó la conciencia del fin de mi adolescencia amorosa:
Nunca voy a ser el primer amor de nadie.
It's oh, so sad
11 de agosto de 2008
Build me up
Hay un momento en la vida de cada niña en que supera a Elektra y su padre ya no es el hombre que busca. Por gracia del Señor o de un complicado proceso que Freud explicaría mejor, deja de ser la figura paterna la que encolumna el deber ser de todos los otros hombres.
Por supuesto no todas corren con esa suerte y algunas siguen pensando que los hombres deben ser altos, flacos, usar bigotes y trabajar de traje como papá, hablemos de las que no.
Para algunas es el primer novio, ese que van a buscar eternamente en todos los otros por venir. Ese que por primera ver hizo vibrar ciertas cuerdas y por ende esperan que de ahi en adelante las mismas suenen solo si las tocan como el primero.
Para otras el hombre ideal es como Pablo Echarri, o incluso como Diego Moreno. Al hombre ideal lo creó un guionista y van buscando por la vida costureros que les respiren intensamente al oído. Y así es como debe ser el hombre que se precie de tal.
Un hombre mayor, el que les rompió el corazon, el novio de una amiga, un profesor que las inspiró, el hombre como debe ser puede salir de cualquier lado.
Mi primer modelo de hombre, por supuesto fue mi padre. En ese momento, entonces, el hombre como Dios mandaba tenía que haber escapado al aburrimiento de la oficina. Tenía que haber encontrado un trabajo que le permitiera dormir hasta tarde cuando lloviera. Tenía que ser un poco adolescente y los sábado a la tarde tenía que tocar la guitarra.
Para cuando había crecido un poco, mi hombre ideal se llamaba Mario. Tenía que ser rebelde, pero conocer al sistema como para tener éxito dentro de él. Tenía que tener una voz profunda que le sirviera para destilar ácido. Tenía que ser muy inteligente, y demostralo. Todo el tiempo, al precio que hiciera falta. Tenía que saber de todas las cosas que me gustan y tenía que hacerme reir. Hacerme sentir pequeña, diminuta y hacerme reir.
Encontré a mi tercer hombre, hace poquito, de la manera que menos me gusta. Y ahora el HOMBRE es un profesional exitoso, inteligente, apasionado por lo que hace. Es un hombre que está en todo. Es un referente para los hombres a su alrededor. Es elegante, canchero y tiene mucha actitud. Es altanero, seductor y soltero empedernido. Es adicto al trabajo, misógino y pedante. Es exigente, me subestima y nunca le alcanzo.
Y está mal, pero es así, el hombre ideal hoy es el que nunca jamás me daría bola porque su modelo de mujer no escribe en un blog, no viaja en tren cantando babasónicos a los gritos y definitivamente no lo tiene a él como el hombre ideal.
Publicado por Botona a las 11:08
Etiquetas: el hombre ideal
1 de agosto de 2008
Ser linda VI
Que la belleza oprime, que es tirana, que es relativa, que es un mandato, que cuando es externa no, pero que cuando es interna realmente determina el valor. Si todos estamos de acuerdo con eso, si de los 81 comentarios que recibí en esta seguidilla de posts todos apoyaban alguna de estas premisas; si de todos los que alguna vez me escucharon hablar de cirugía de nariz ninguno me dijo que lo hiciera, que era importante; si todos repudiamos la tiranía de la belleza, de lo externo, de lo superficial;¿dónde está la trampa?
La belleza está sobrevaluada. Este hecho le permite a un peluquero cobrarte $ 50 por el corte de moda, a la casa de cosméticos $ 70 una base de maquillaje y a un cirujano plástico $ 3.800 una cirugía de nariz. Yo estuve dispuesta a pagar ese precio y los adicionales en incomodidades, dolores, moretones y vendas. Para mí, lo valía.
La primera vez que sentí que algo no estaba bien con mi nariz fue en 5º grado.
Escuché mientras dos compañeritos hablaban de mí. Uno decía que yo no era TAN fea y el otro respondió con un lapidario:
-Con esa nariz ¿cómo no va a ser re fea?
A partir de ese momento supe que nunca más me iba a sentir linda con la nariz que tenía. En mi cabeza empezaron a sucederse conclusiones absurdas sobre todos los chicos que no habían gustado de mi, sobre todos los asaltos en los que no había bailado y en especial por qué en mi familia mi hermana era la linda y yo la inteligente.
No sabía que existían las cirugías de nariz, ni maneras mucho menos costosas de sentirme mejor, en ese momento solo supe que mi nariz era la causa de todas mis infelicidades. Denme el beneficio de la ignorancia, tenía 10 años.
La posibilidad de una cirugía estética siempre está. Remota, cercana, delirante, concreta, uno siempre piensa qué podría "hacerse" (por lo menos en las mujeres he comprobado que es así).
El tema es cuando uno deja de verlo como una posibilidad y empieza a ser una necesidad. Cuando uno ya no soporta ser así, cuando es imperioso cambiar y no alcanza con maquillaje, ni dietas, ni peinados, ni consuelos de la gente querida que te dice que sos linda.
Cuando una parte de tu cuerpo te resulta tan fea, tan fuera de vos, que te es extraña. Yo llegué ahí. Contar a qué grado me impedía esto desenvolverme bien en mi vida social, no sólo sería extenso, sino desgastante y humillante, pero lo hacía.
Hoy hace un año exacto que me operé. Hace un poco menos, 350 días si no hago mal la cuenta, que por primera vez en mi vida, me vi linda, me gusté. Y eso se mantuvo todos y cada uno de los días de ese momento a esta parte. Hay días que me veo desarreglada, descuidada, ridícula, mal vestida, despeinada, pero nunca más me vi fea. No hubo un solo día en que no me gustara ser yo. Si cada mañana me siento como cuando salís de la peluquería y te hicieron un lindo corte de pelo, como cuando te comprás un jean que te queda bien, ¿qué hay de malo en eso?
Algo debe haber, como para que me sienta en la necesidad de escribir esto para explicarme, para contar, para ver si rompo ciertos prejuicios, para no sentir que al momento en que amigué las palabras cirugía y estética desterré todos los otros valores, para sentir que no es tan alto y descabellado el costo de ser linda.