Soy Botona desde mucho antes de escribir en este blog.
Soy botona desde que era muy chica, cuando mi papá comía papas fritas de la fuente por más que mamá le pidiera que no lo hiciera reiteradas veces y yo le gritaba:
-Papáaaaaaaaa.
Ahí, su veredicto me bautizaba:
-Sos botona, eh?
Soy botona desde ese bautismo temprano, y desde ese momento lo fui cada vez que conté cuando se rompía algo, cada vez que descubría una mentira, cada vez que decía lo que otro no quería que se supiera.
En algún momento entre las papas fritas y una infidelidad, ser botona me empezó a pesar. Ya no sentía cumplido el deber de hacer el bien cuando salían de mi boca las malas noticias y no manejaba tan bien la culpa ante el delatado.
Hoy no tengo más ganas de andar botoneando. No quiero hacerme cargo de lo que otros no dicen, ni quiero ponerle palabras y actos a lo que otros no se animan. No quiero tener más miedo de herir suceptibilidades, ni de delatar a nadie.
Principalmente no quiero botonearme más a mi misma. No quiero ponerme más en evidencia, no quiero decir desde un nick lo que el nombre y apellido no se animan, no quiero darme por satisfecha al escribir sobre un sentimiento sin poder vivirlo.
Por acá ya sobraron botones, no queda más nada de muestra.
Rich Cat
Hace 1 día